LAS CÉLULAS IMAGINATIVAS

Las orugas tienen una serie de células en sus cuerpos llamadas por los científicos, “las células imaginativas” a las cuales su sistema inmunitario elimina por norma como si fueran cuerpos extraños, ya que estas resuenan en una frecuencia distinta.

El caso es que a medida que la oruga crece, esas células se reproducen con mayor rapidez de lo que el sistema inmune logra eliminar y llega un momento en que esas células se adueñan de todo el cuerpo de la oruga, que ya no puede alimentarse más y comienza su etapa de crisálida.

Bruce Lipton, reconocido biólogo trazó un paralelismo audaz y muy curiosa entre la metamorfosis de la oruga y el momento social que vive nuestra humanidad.

Si el cuerpo de una oruga fuera el total de la raza humana y cada humano fuera una célula de dicha oruga, esos individuos que resuenan de forma diferente al grupo serían eliminados directamente por el sistema de limpieza, hasta que todo el grupo entre en el  caos, por falta de alimentos y recursos limitados. Entonces, las células imaginativas (individuos) crecen en número para así hacer que el ser (oruga) entre en la crisálida para dar lugar al nuevo ser (nueva humanidad) que sería la mariposa.

Yo, aquí con este cuento y este blog, trazo un paralelismo entre la metamorfosis de la mariposa con el viaje del autodescubrimiento de cada uno de los individuos que conformamos el colectivo humano. Otros lo llaman “el viaje del héroe” o “la noche oscura del alma”. En fin, no importa el nombre que se le dé, pero lo cierto es que la metamorfosis de la mariposa y sus células imaginativas se parece enormemente con el viaje de autodescubrimiento que todos tendremos todos que transitar en algún momento, en esta o en otra vida. 

Así como Willy, cada individuo tiene su momento y sus ritmos y ni se pueden adelantar ni se pueden atrasar.

En este blog, “La vida de las mariposas” me gustaría dar luz a ese camino. Evidentemente, las ventajas de ser mariposa frente a ser oruga, son claras, pero es necesario recorrer el proceso de metamorfosis y dejar atrás el miedo a adentrarse en lo desconocido, las dudas, la soledad y la sensación de muerte y duelo de nuestra vida, para  poder volar como mariposas.

Estreno este blog con un cuento creado para explicar todo esto. 

LA HISTORIA DE WILLY. 

LA HISTORIA DE CUALQUIER ORUGA EN SU  VIAJE DE TRANSFORMACIÓN

     Willy era una pequeña oruguita que nació un día de primavera en un bosque cualquiera, rodeado de todos sus hermanos orugas.

     Su vida era rutinaria. La pasaba reptando y comiendo todo el día. Era rutinaria porque si salía de esa rutina y se adentraba en el bosque solo sin su grupo, cualquier cosa podría pasarle. 

     Desde bien pequeño, él y sus hermanos escucharon de los mayores sobre los peligros a los que estaban sometidos. Reptar no es precisamente una ventaja a la hora de vivir. Se movían lentamente, lo veían todo en dos dimensiones, es decir, solo podían ver lo que tenían delante, pero no podían verse a si mismos. Esto suponía que cuando se encontraban en el suelo del bosque, podía caer algo encima que los hiciera desaparecer. Ya había pasado una vez, recordaban los mayores. 

     Charly, uno de los mayores, cuenta que una vez, mientras él y sus hermanos cruzaban de un árbol a otro, éste cayó y él fue el único que sobrevivió. Casi se muere de miedo.

     De repente estaba solo y no sabía qué hacer y tuvo que vagar por el bosque hasta que encontró otra colonia de oruguitas que le adoptaron.

     Desde entonces, cuando la colonia necesita cruzar el bosque, lo hacen en pequeños grupos de 2 o 3 individuos por vez.

     Pero no todo eran peligros y sustos en su apacible vida. ¡También lo pasaban bien!. Hacían competiciones con respecto a la comida como por ejemplo, quién comía más, quién comía más rápido…etc.

Parece fácil según se cuenta, pero había también que tener cuidado, pues si uno no se sabía posicionar en el último bocado, caería al suelo del bosque y eso implicaba mucho tiempo de regreso, si es que regresaba.

     Un día, los mayores, iban al cementerio de las orugas. Ese era un sitio sagrado, al que todas las orugas rendían culto, pero también era un tema tabú del que casi ni se hablaba. Los mayores decían que cuando las orugas dejaban de comer, entonces sabían que se tenían que preparar para morir y que tenían que ir a aquel lugar de forma voluntaria.

     Willy se preguntaba mucho acerca de la vida y la verdad es que no entendía muchas de las cosas que sucedían en su pequeño mundo. Por ejemplo:

     ¿Cómo es posible que una oruga deje de comer?

     Él no paraba de comer salvo para dormir y descansar, pero comía y comía y sus hermanos y todos los que él conocía, hacían lo mismo.

     ¿Cómo es posible que una oruga se vaya voluntariamente al cementerio?

     En qué cabeza cabe que de repente, se vayan a un lugar del que jamás volverán y dejen esta vida?

     Y así se pasaba el día, haciéndose estas preguntas, mientras se arrastraba y comía.

     Un buen día, cuando despertó con los gritos de las cigarras, se dió cuenta de que no tenía hambre. Pensó que era porque hacía muuuucho calor y se dedicó a reptar de un lado a otro sin entrar en las competiciones diarias.

     Aquel nefasto día, solo reptaba y saludaba a sus iguales e intentaba que ninguno de ellos supieran que no tenía hambre. No quería ir al cementerio. Ni hablar, aún le quedaban muchas hojas que comer para plantearse siquiera que tuviera que partir. Y así, descubrió cuán cansado era fingir que comía sin hambre para hacer ver que era igual que siempre, que él seguía siendo igual que los demás.

     Uffff, acabó agotado, sin saber si esa sensación de cansancio que nunca había sentido era por no haber comido, o por fingir normalidad. 

     En el fondo se sentía afortunado, pues «ese cansancio le ayudaría a dormir rápido y seguro que mañana se despertaría muuuuerto de hambre».

     Pero no fue así, ¡que vá!. Seguía sin tener hambre… vaya problemón!!! No se imaginaba cuán difícil podría ser pasar otro día fingiendo, así que se dijo a sí mismo: 

     Pues comeré sin hambre. ¡Así nadie se dará cuenta!… y pensó que la idea era formidable!

     Cuando llegó la noche y se disponía a dormir, comenzó a sentirse fatal… Dios, le dolía todo el cuerpo, era como si su pequeño cuerpecito le fuera a explotar! así no iba a poder pegar ojo!!! 

     Toda la noche fue terrible. No se podía mover, su cuerpo estaba duro y caliente y la sensación era indescriptible, era horrible. Pero lo peor de todo, era que se sentía solo en esta aventura… Todos sus hermanos seguían igual que siempre, reptando y comiendo felices. Nadie más parecía que entendiera o aceptara semejante historia y él no podía hablar del susto que tenía al notar esos cambios en su cuerpo. 

     Pasó otra noche terrible, llena de dudas, dolores y mucho miedo. ¿Habría llegado el momento de irse al cementerio? Pero, aún tenía cosas por hacer allí en el bosque. Aún no había probado las hojas de todos los árboles que existían allí en su pequeño mundo. Ahh! claro, que ya no podía comer. Vale, vaya mierda, pero con quién podía hablar, donde estaba aquel cementerio y por qué ir allí en vez de ir a cualquier lugar del bosque y esperar a que te cayera un árbol encima… demasiadas preguntas sin respuesta de nuevo.

     Al cuarto día, ya no pudo más y se fue a hablar con su hermano mayor , Charly, el que le había contado la historia de cómo empezó a vivir en la colonia. Al menos él no le juzgaría por sentirse diferente.

     Charly escuchó en silencio la historia de Willy. ¡Vaya! pensó, ¡¡¡qué avanzado está Willy!!! Sus hermanos no habían comenzado aún con la transformación y entendió a la perfección lo asustado que estaba su amiguito. Tenemos que hablar, le dijo.

     Charly le contó que él mismo estaba pasando por algo parecido y que muchos de sus hermanos ya habían partido hacia el cementerio. Él estaba haciendo planes de partir pronto para allá.

     ¡¡¡Willy se sintió de repente tan aliviado!!! ¡Charly no solo no le juzgaba, sino que estaba pasando por lo mismo y además haría el viaje al cementerio con él! Ya no estaba solo y entonces comenzó a preguntar en voz alta a Charly sobre todas las preguntas que llevaba tiempo haciéndose a si mismo. ¡Dios, parecía una metralleta hablando!, tanto que Charly le tuvo que poner límites y decirle: Tranquilo Willy, tus preguntas se van a quedar sin respuesta de momento, pues yo no tengo las soluciones, pero seguro que lo descubriremos en el cementerio. Así que hicieron planes para partir al día siguiente.

Willy, no pudo dormir en toda la noche… seguía teniendo dolor en el cuerpo y seguía estando agotado. Al día siguiente partían hacia el cementerio. Aquello era confuso. Por un lado no quería hacer ese viaje, pues no quería morir, por otro lado sabía que en el estado en el que se encontraba no podía tampoco vivir, pues si no podía comer, qué tipo de vida podía tener, y además, por otro lado, Charly le dijo que en el cementerio podría descubrir la respuesta a sus preguntas. Eso era muy alentador. En fin, !!!mucho que hacer y todo nuevo!!!

     Al día siguiente Willy fue en busca de Charly, que estaba reunido con 4 mayores más con los que iban a hacer el viaje. Os dije antes que nunca nunca nos desplazábamos solos, ¿verdad? así que los seis nos pusimos en camino.

     Willy no entendía cómo podían conocer el camino si nunca antes lo habían recorrido, pero resulta que los mayores habían asistido a unas clases donde les preparaban para “La transición”. Así llamaban estos tipos a la muerte, pensaba Willy, y en estas clases Charly y los otros, habían recibido las coordenadas exactas del sitio.

     Todo muy confuso para Willy, ya que él se había adelantado a sus hermanos en el proceso y aún no sabía por qué o si esto era bueno o malo. Así que se limitaba a ir detrás de los otros y a escuchar sus conversaciones con mucha atención.

     El grupo de mayores hablaban todo el rato de la Transición, Willy no entendía nada. Transición, ¿cómo es posible?. Cada cosa es lo que es y punto. Él era una oruga y ya… un árbol, es y será un árbol toda la vida… Puede crecer, pero entonces será un árbol más grande, pero un árbol al fin y al cabo, así que cada vez que escuchaba hablar de la transformación y de la otra vida, solo pensaba que sería lo que pasaría después de morir y claro, ahí no entendía por qué había que morir en un lugar determinado. En fin, ya lo descubriría.

     Cuando llegaron al cementerio, sus dudas no se resolvieron. Allí no había nada más que un montón de huevos enormes aplastados y arrugados, colgados de una rama.

     ¿Eso era el cementerio? Pues vaya desilusión, ¿ese era el final de las orugas? Yo ahí no veo nada transformado, sólo veo una especie de huevos hilados, así parecidos a lo que hacen las arañas cuando alguien cae en su tela y lo atrapan antes de comérselo. 

      Sus compañeros de viaje hablaban y discutían sobre el lado de la rama que iban a ocupar. ¿Cómo? se preguntaba el pequeño Willy. ¿Qué más daría el lado de la rama? Lo que él no quería era hacerle el trabajo a las arañas por si podían llegar después y merendárselos.

     Tenía que hablar con Charly, a ver si así le aclaraba algo.

     Charly le explicó que se colocaban siempre en orden de transformación, es decir sus cuerpos lo marcarían. El primero que comenzara a quedarse dormido más de la cuenta, tenía que colocarse a continuación del último capullo y así hasta completar la rama.

     ¡Ok!, pensó Willy, entonces yo seré el último, qué bien, así me da tiempo a ver todo el proceso de mis compañeros.

     Al día siguiente, por la mañana, uno de los seis se fue trepando despacio, ya que se dormía de continuo hasta la rama y se colocó a continuación del último capullo. Por la tarde, otro más comenzó su peregrinaje hasta el lugar correspondiente, al que llegó al despertar del sol el día posterior. Cuando habían pasado 2 días, ya estaba sólo y Charly ya había partido hacía unas horas, sintió que había llegado el momento, pues su movimiento se había ralentizado demasiado y le empezaba a dar igual si era de día o de noche, el sueño le consumía.

     Willy comenzó a reptar muuuuy despacio hasta la rama. La verdad es que sus respuestas seguían sin aparecer, pero el miedo ya se estaba pasando. A medida que recorría el viaje, se sentía en paz y en armonía y eso era lo único importante. Estaba dispuesto a dormir para siempre y morir. La vida que él conocía se iba borrando lentamente mientras él reptaba hasta su rama. Mientras lo hacía, recordaba toda su vida, todas las hojas que había comido, cada una de las competiciones a las que había asistido…

Willy llegó a su rama y allí se quedó dormido profundamente. Este es el final, a ti me entrego, fue lo último que pensó.

De repente se despertó de aquel sueño y se vio metido en uno de aquellos capullos que había visto en la rama y se dijo, ¡tengo que salir de aquí, antes de que llegue la araña!

Se afanó en abrir un hueco para poder salir de allí. No fue tarea fácil. El capullo era bastante duro y aunque él podía ir mordiendo poco a poco un borde y así hacer un agujero, esto le llevó varias horas. Tampoco era un problema si la araña se mantenía alejada….jejeje total! no tengo otra cosa que hacer y puede que sea el primero que vuelve del cementerio. Así estaba Willy mientras trabajaba afanosamente en romper el capullo para salir de ahí.

     Pasaron unas horas y el agujero ya tenía un tamaño considerable, aunque no  el suficiente como para pasar todo el cuerpo a través de él. Así que siguió con el trabajo, hasta que al final logró ser capaz de salir a la superficie.

     Cuando salió se encontró con unos seres con alas que le miraban y le esperaban. Jamás los había visto antes, ¡¡¡eran preciosos!!! Se parecían en cierta manera a las orugas, pero eran mucho más esbeltos y además tenían patas y alas. ¡¡¡Qué pasada!!!

     De repente uno de estos seres le habló… Hablaban el idioma de las orugas y wow, tenía la voz de Charly… ¿era Él?… 

     En efecto, era él. Y los demás, eran los otros compañeros. Estaban todos allí mirándole.

 Les pregunté ¿cómo era posible?. Charly, respondió:

  • Claro Willy, tú también has cambiado, ya no serás una oruga nunca más, ahora tienes alas y patas, ya no volverás nunca jamás a reptar. Esto es la transición.

     Willy se miró a sí mismo y se dio cuenta de que lo que decía Charly era real y verdadero. ¡Tenía unas alas enormes que me permitían volar! Mi panorama del mundo, era increíble en todos los sentidos. Podía mirar hacía arriba, hacía abajo, a los lados, podía darme la vuelta en un instante… ¡Wow! ¡qué afortunado era al haber sobrevivido al cementerio y al haberme transformado!. Las ganas de disfrutar y de comer, volvieron. Ahora la vida sí que tenía sentido.